¿Salir del placard? Mejor entrar y ordenarlo

¿Salir del placard? Mejor entrar y ordenarlo

Una cronista recibió en su casa a una “organizadora de viviendas”. Una experiencia terapéutica.

¿Salir del placard? Mejor entrar y ordenarlo

Organizadora en acción. Un placard puede llevar entre cuatro y cinco horas. Foto: David Fernández.

“Como está tu placard, estás vos”. Ok: caótico, desordenado, con mucha información acumulada. Eso sí, cero aburrido.

Brenda Haines, especialista en “orden y organización de viviendas” llega como si fuera a demoler y construir uno nuevo lugar, con un par de valijas y varias cajas. Si se quiere organizar un hogar, hay que empezar por el placard.La experiencia de ordenar estantes y cajones, es más compleja y profunda de lo que parece a simple vista. Hay que estar dispuesto a encontrarse con uno mismo casi como si fuera una sesión terapéutica. Ante la propuesta “alguien te ordena el placard” previa a la visita encontré en los conocidos, dos reacciones opuestas: “Si, genial, que venga” y “No, ni loco/a alguien se mete con mis cosas”. A los primeros les digo: ojo, aparecen cosas (no precisamente objetos) inesperadas. A los segundos, les digo: ojo, puede ser un viaje de ida que cambia tu perspectiva.

Tomemos el placard como metáfora de las entrañas o, más elegante, del inconsciente. Bueno, ahí vamos: sacar y volver a ubicar todo el guardarropas implica que pasen cosas como estas: encontrás lo que no esperabas, descubrís algo perdido u olvidado; descartás, soltás, te aferrás, volvés a ver todo como nuevo.

Mientras Brenda y Lula, su asistente, ordenan todo(en perchas idénticas) por colores, tamaños y largos; en canastos rotulados, en organizadores tipo fichero y otras modalidades, vas rotando las sensaciones. Primero me angustia, después desesperación al ver medio placard fuera de su lugar, desorientación (¿y ahora cómo se sigue?) y finalmente, alivio y alegría con todo acomodado por tamaño y color como en un local, fácil de identificar. “Las cosas no hay que buscarlas, las tenés que elegir. Si cada mañana te enfrentás a tu placard y no sabés por dónde arrancar, te estresás y te terminás poniendo siempre lo mismo”.

Aclaración: existen las personas ordenadas que no pasan por este tipo de sentimientos, pero el común de los humanos (no importa sexo ni edad ni nada), sí. Sigamos. El paso de Brenda por la casa es como un Katrina con el efecto contrario: un vendaval que levanta en vez de derribar y reubica en vez de desparramar.

Un detalle no menor: hay que armarse de paciencia. No es una tarea que se pueda hacer en un rato. En mi caso fueron cuatro arduas horas. Todo lo hicieron Brenda y Lula pero la que quedó agotada fui yo. Agotada pero contenta, entusiasmada. Y, por qué no, un poco asustada: tengo por delante el desafío de mantener el orden y no desbarrancar de nuevo. Ah, y cuidado con el “falso orden”: a simple vista, todo muy lindo pero en el fondo, es sólo un castillo de naipes.

Ya que el placard es el gran símbolo de nuestro estado anímico y mental, es ideal para empezar a ordenar cualquier casa. Hay métodos, técnicas y secretos para no fallar. Primero: los barrales con las perchas idénticas mirando para el mismo lado, prendas sin mangas, con mangas cortas, con mangas largas. Segundo: los estantes con canastos para ubicar carteras, cinturones, buzos, sweaters, remeras todo el estilo fichero (sí, suena extraño pero funciona). Tercero: cajones con ordenadores para lo pequeño: medias, ropa interior, todo en posición vertical (con el doblez correspondiente y en modo fichero).

Mientras Brenda reorganiza, siento que el momento tiene algo de manual de autoayuda. “No voy a tirar nada que vos no quieras. Pero fijate”, dice. Y casi impulsivamente separo un par de blusas y vestidos para regalar. “La gente guarda cosas por miedo a no tener. Tal vez quedó de otras generaciones. Pero si no lo usás ¿para qué lo querés?. Termina siendo algo que escondés”. ¿Recuerdos? Sí, valen. Pero es mejor ser selectivo. Si entra algo nuevo, que salga algo viejo.

Brenda define: “El placard no es un depósito para acumular, esconder, descartar, acopiar, amontonar. Todo tiene que estar a la vista a la vez para poder elegir”. Lo de ordenar con tanta pasión puede ser un viaje de ida. Después se puede seguir con zapatos, accesorios, vajilla, libros, juguetes, papeles; con el baño, la cocina, el escritorio, el living. En el desorden, todo da lo mismo. Ordenado el espacio, aparece todo lo que desentona.

Hágalo usted mismo: Brenda Haines se dedicó a armar vidrieras y locales durante 15 años hasta que dio un giro y armó su empresa de “organización de viviendas”. Tu espacio organizadoacaba de editarse como libro por editorial Planeta. También se la puede seguir en Instagram: tuespacioorganizado, en Facebook (tu espacio organizado) y en Twitter (@tuespacioorgani) y en YouTube con consejos prácticos.

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