29 Ene El boom de la organización hogareña: Dime cómo ordenas y te diré quién eres
Una ingente cantidad de libros, tutoriales en YouTube y programas televisivos proponen un camino a la felicidad a través de la organización de la casa. ¿Vivir con lo necesario es la fórmula para estar mejor?
Somos lo que nos ponemos. Algunos hasta desarrollamos una relación íntima y muy personal con algunas prendas, dicen las periodistas Soledad Vallejos y Evangelina Himitian en su libro Deseo consumido. Y en esto precisamente se basa uno de los consejos para ordenar tu casa ¡y tu vida! que nos ofrece Marie Kondo: la mejor manera de elegir qué guardar y qué desechar es tomar cada objeto con la mano y preguntarse: “¿esto me hace feliz?” Si es así, consérvalo. Si no, deséchalo.
Marie Kondo es la gurú japonesa de la organización. Tiene dos libros publicados con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. También tiene varios videos en youtube que reciclan los consejos de su método KonMari para doblar prendas, ordenar papeles, deshacerse de libros, fotos, chucherías, recuerdos y artículos.
Se trata de desintoxicar la casa, adquiriendo conciencia de que se ha acumulado una cantidad desmedida de objetos que, no bien se agota el efecto novedad, dejan de cumplir su función y pasan a engrosar los diferentes espacios de almacenaje, como placares y alacenas.
La promesa es más abarcadora que adquirir el hábito del orden, promete cambiar nuestra vida y hacernos más felices.
Toda una tendencia
Kondo no es la única asesora en organización. Brenda Haines, Diana Quan, Lucía Terol son sólo algunos de los nombres que uno puede rastrear en libros, diarios, revistas y redes sociales.
En todos estos casos el método de organización que proponen es bastante similar. Pero también tienen algo más en común: estas mujeres manifiestan que las cosas torcidas, asimétricas, manchadas, desordenadas, acumuladas o que no funcionan les hacen mal. Han pasado mucho tiempo perfeccionando el arte de la organización y son fanáticas del orden y la limpieza.
No es que sean precisamente militantes anticapitalistas ni activistas anticonsumo. Más bien tienen tolerancia cero al desorden y a la acumulación. Manifiestan en primera persona, en sus textos y videos, que el orden y el desprendenderse de lo que se acumula, se guarda, no se utiliza y ocupa un lugar innecesario les cambió la vida.
Y superada la organización de sus propios espacios, se dedican profesionalmente a cambiarles la vida a sus clientes, lectores y seguidores. Porque adquirir el hábito de la organización y desprenderse de todo lo innecesario, aseguran, nos garantiza un cambio de vida y nos hace más felices.
Kondo no titubea al asegurar que cuando observa a sus clientes deshacerse de su exceso de ropa, su abdomen tiende a reducirse; cuando deshechan libros y documentos, su mente tiende a despejarse; y cuando reducen su número de cosméticos y ordenan su baño, la piel se les pone más limpia y tersa.
Subraya que no cuenta con ninguna base científica que avale estos cambios, pero que es muy interesante ver la relación que tienen las partes del cuerpo con las áreas de la casa y cómo los primeros cambian saludablemente cuando las áreas son ordenadas.
Destrezas superiores
En el momento en que me propusieron escribir este artículo pensé que me estaban jugando una broma. En el último tiempo en reuniones sociales, en charlas telefónicas y a quien me quisiera escuchar, había manifestado mis planes de vacaciones: ordenar el garaje (hace mucho que entrar el auto es una especie de tetris pero más dificil es sacarlo sin que la pila de diarios para llevar al Hospital Infantil, las herramientas, las sombrillas y sillas playeras y respuestos inservibles se vengan abajo), el escritorio (papeles y libros por doquier) y lograr que mis hijas adolescentes ordenen y mantengan limpios sus dormitorios.
Pero… ¿quién lee un libro o ve un video de YouTube para asesorarse de cómo ordenar, limpiar y deshechar?
Las preguntas tontas no tienen respuestas. Si nos hemos convertido en profesionales de las compras, y estamos inmersos en el bucle infinito de los medios de comunicación, la publicidad, la tecnología con obsolecencia programada, los últimos avances en telefonía, los influencers, los personal shopper, los descuentos, el dosxuno, black friday… y la lista sigue, entonces se hace imprescindible adquirir destrezas superiores a la voluntad y la improvisación para organizar nuestros espacios.
De pasado a presente consumista
La sociedad basada en la producción se caracterizó principalmente por la invención de variadas estrategias y patrones de comportamiento destinadas a producir, conservar, mantener, almacenar y legar bajo la premisa de la seguridad a largo plazo.
En este contexto, los bienes eran fabricados para durar toda la vida. La gratificación individual consistía en asegurarse un futuro promisorio, muy lejos todavía de la gratificación inmediata, momentánea, efímera y experiencial a la que nos encontramos sometidos en este casi primer cuarto del siglo 21.
En esa sociedad de productores, la producción y el consumo eran parte del mismo proceso cíclico, pero con el paso del tiempo y la aceleración de los avances tecnológicos, ambos, producción y consumo, han logrado independizarse una del otro. Incluso, son reguladas y operadas institucionalmente de manera independiente.
En la era consumista del siglo 21, como lo expresa Zigmunt Bauman, el apremio es adquirir y acumular; pero la razón más imperiosa, la que convierte ese apremio en una urgencia, es la necesidad de eliminar y reemplazar.
Así, nada indica en los consejos que nos dan las gurúes de la organización que se hagan eco de las críticas de Bauman y otros intelectuales a la sociedad consumista.
De hecho, para ellas, eliminar y reemplazar objetos que ocupan lugar físico y mental es sumamente necesario para poner coto al estrés y a la ansiedad que parecen provocarnos estas cosas que perdieron brillo en su valor de uso, limitando la felicidad que nos produce lo nuevo y evitando relacionarnos con ellos como si fueran nuestros mejores amigos.
Pero no hay que ir muy lejos para encontrarnos con proyectos y experiencias que también utilizan la organización y el desprendimiento de las cosas como una sencilla herramienta para reflexionar sobre la alocada vorágine consumista.
¿Y si dejaras de comprar?
Vale la pena aclarar que no todas las personas que habitamos la tierra en 2018 tenemos la opción de comprar o dejar de comprar. Recordemos también que en la base de los avances técnicos y tecnológicos encontramos el deseo humano de superar las dificultades de movilizarnos, de trasladarnos, de abrigarnos, de estar seguros y saludables.
Pero no ha sido suficiente. De hecho tener más y mayor confort no hace a la felicidad, como lo plantea el especialista en economía del comportamiento, Martín Tetaz.
“Llegué a un punto en mi vida en que ya no sabía lo que era importante” dice Ryan Nicodemus en el documental Minimalism (Netflix). Cerca de sus 30 años, y luego de trabajar los últimos 10 en una gran corporación escalando posiciones, reconoce que lo tenía todo pero era infeliz. Su situación era casi la misma de su amigo Joshua Millbum.
Ambos encuentran que el camino que los lleva a la felicidad, o por lo menos los acerca, es el minimalismo. Para los minimalistas toda posesión tiene un propósito. No poseen nada en exceso. Y tampoco producen en términos laborales más de lo que necesitan para vivir.
Escribieron un libro en el que cuentan cómo en los últimos cinco años pasaron de ser corporativos de traje y corbata a ser minimalistas. Promocionan un mensaje simple sobre vivir más deliberadamente con menos.
El director de este documental, Matt D’avella, sigue la travesía de Nicodemus y Millbum durante 10 meses en la gira de presentación de su libro por distintos lugares de Estados Unidos mientras relatan su historia. Le suma además la opinión de varios sociólogos, economistas, escritores, así como otras experiencias de minimalistas y el proyecto 333.
A diferencia de otros documentales como los de Michael Moore que plantean una crítica a la globalización y a la desmesura corrosiva de la grandes corporaciones para propiciar el consumismo, Minimalism hace foco en nuestra propia desmesura como consumidores y como cómplices del bucle infinito del consumismo (en programación es un error que consiste en realizar un ciclo que se repite de forma indefinida, ya que su condición para finalizar nunca se cumple).
Experiencias con poco
Courtney Carver era publicista, su placard abarrotado y el tiempo que le insumía decidir cada día qué ponerse la llevó en 2010 a crear un desafío de moda minimalista, vestirse durante tres meses con 33 cosas: ropa, accesorios, bijouterie, zapatos.
Proyecto 333 va más allá de cuestionar por qué acumulamos tantas cosas y avanza sobre la necesidad de ser aceptados por otros en función de lo que tenemos. Nadie notó que durante tres meses se vestía con 33 cosas, así que lo extendió a un año y produjo un efecto contagio. En la web se regitran miles de experiencias de tres meses con 33 prendas y hasta compiten por ver quién es más minimalista.
Sin tener que abocarse a la tensionante tarea de elegir tan pocas cosas para vestirse durante un trimestre, ¿qué sucedería si decidiéramos vivir con lo que hemos acumulado hasta el día de hoy durante un año?
Este es el compromiso que asumieron las dos periodistas Vallejos y Mimitian en abril de 2016. Ellas fueron más allá de la tarea que implicaba el contrato. Además de no comprar, decidieron reflexionar e investigar sobre por qué compramos, de dónde viene lo que compramos, qué sucede en nuestro cerebro frente a las ofertas, los descuentos, los precios terminados en 9.
En su libro Deseo consumido queda el trazo en negro sobre blanco de lo que todos sabemos pero nos negamos a expresarlo en voz alta: gran parte de lo ganamos mensualmente lo destinamos a engordar el 80% ocioso de nuestro placard, el 30 o 40% de comida que compramos y terminaremos tirando y a un montón de cosas que nunca vamos a usar y que no necesitamos.
Y si esto nos parece un exceso, no se olvidan de ocuparse de todo aquello que gastamos para lograr la aprobación de los otros. Demasiado para tan poco, la fórmula de “menos es más” parece un mejor camino para elegir aquello que puede hacernos más felices.
Ilustración de Leicia Gotlibowski
Claves del orden
1. Desechar: saca todo del placard, y elige cosa por cosa preguntándote ¿esto me hace feliz?
2. Una categoría a la vez: de nada sirve ordenar por espacios, rastrea en todo tu casa la categoría, por ejemplo ropa.
3. Sigue desechando hasta que sientas el clic
4. busca la mayor sencillez de almacenamiento: todo a la vista
5. Deja espacio para lo nuevo. Completa hasta el 70% los espacios de almacenaje para dejar lugar para lo nuevo.
6. Termina lo que empieces
Una lista sintética de los pasos que proponen, con pocas variaciones Kondo, Quan, Haines y Terol
Consumo y producción en cifras
18. En el 2001, en la Argentina, comprábamos 9 prendas por habitante. En el 2002 efecto de la crisis bajamos a 4 prendas. En el 2004 comprábamos 12, número que siguió subiendo hasta el 2011 a casi 21 prendas por habitante. En la actualidad, 18 prendas es el promodio.
85%. Del porcentaje del precio de una prenda en un local de ropa corresponde a los procesos de comercialización, diseño, impuestos, marketing, rentabilidad de la marca, entre otros.
43,6%. Las estadísticas del sector textil señalan que del gasto total en vestimenta, 43,6% corresponde a ropa femenina, 40% masculina y 16,4% a bebés y niños.
78% Es el porcentaje de las exportaciones de Bangladesh que corresponden al sector textil. El salario promedio es de 61 euros al mes.
4.400 litros de agua se necesita para fabricar zapatillas de deporte. Un pantalón vaquero de algodón requiere 3.000 litros; una camisa de fibra sintética, 1.000 litros y una camiseta de algodón requiere 1.200 litros.
4 años es la obsolescencia programada de un jean. Para evitar el desgaste con los lavados se sugiere ponerlo del revés en una bolsa con cierre durante 24 horas en el freezer 6 de cada 10 argentinos compramos algo nuevo (ropa, bazar, decoración, tecnología o maquillaje) al menos una vez al mes. 5 de cada 10, cada 15 días. 3 de cada 10, lo hacemos con frecuencia semanal.
750 dólares es lo que gastan en promedio los argentinos cuando van de compras a Chile, según informan las tarjetas de crédito.
8 de cada 10 niños consumen agua sólo de manera ocasional durante las comidas, los deportes o en la escuela.
131 litros por año de gaseosa se consumen en los hogares argentinos. En 1980 se tomaban 44 litros anuales.
8 millones. Existen 17 bancos de alimentos en 12 provincias argentinas, en el último año se rescataron más de 8 millones de kilos de comida o un camión de 30 toneladas con alimentos antes de que fueran a parar a la basura.
90 juguetes recibe de promedio un niño de clase media urbana por año.
27° Los países deudores en términos de recursos naturales (la huella ecológica supera los recursos naturales que pueden renovar) son Australia (se necesitan 5,4 planetas para satisfacer sus necesidades de consumo), Estados Unidos (4,8 planetas), Suiza, Corea del Sur, Rusia, Alemania, Francia (3,3 planetas cada uno). La Argentina ocupa el puesto 27 en el ranking entre 150 países.
(Los datos fueron extraídos del libro Deseo consumido, de Soledad Vallejos y Evangelina Himitian)
Dónde encontrar más información
La magia del orden y La felicidad después del orden. Marie Kondo, Editorial Aguilar
El Paraíso es tu casa, un manual para ser feliz puertas adentro. Diana Quan, Sipan Barcelona Network
Deseo consumido. Una investigación sobre por qué el consumo nos consume. Soledad Vallejos y Evangelina Himitian. Editorial Sudamericana
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EDICIÓN IMPRESA
El texto original de este artículo fue publicado el 28/01/2018 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel.
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